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ROMANCERO DEL CID

—Nadie se mude ni hable,
y el que se moviere atienda
que le fabla el Cid presente,
pues yo lo soy en su ausencia;
y cuando en mi pobre esfuerzo
cupiere alguna flaqueza,
la gran firmeza del Cid
me ayuda desde Valencia.
No le venda ningún falso
ni sus lisonjas le vendan,
que d’él y de mí, en su nombre,
no aseguro la cabeza.
Y tú, rey, que las lisonjas
acomodas y aprovechas,
haz de lisonjas murallas
y verás cómo pelean.
Perdona que con enojo
pierdo el respeto á tu Alteza,
y dame, si me has de dar,
del Cid las queridas prendas:
á doña Jimena digo,
y á sus dos hijas con ella,
pues te ofrezco su rescate
como si estuvieran presas.—
Levantóse el rey Alfonso
y á Alvar Fáñez pide y ruega
que se sosiegue, y los dos
vayan á ver á Jimena.