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ROMANCERO DEL CID

»Y que gustes que en San Pedro
»se pongan estas banderas
ȇ los ojos del glorioso
»Gran Príncipe de la Iglesia,
»en señal que con su ayuda
»apenas enhiestas quedan
»en toda España otras tantas,
»y ya se parte por ellas.
»Que te suplica le envíes
»sus fijas y su Jimena,
»del alma triste afligida
»regaladas dulces prendas.
»Y si nó su soledad,
»la suya al menos te duela,
»para que su gloria goce
»ganada en tan larga ausencia.»
No quisiera haber errado,
que en cada palabra d'estas
te traigo, rey, de Rodrigo
su descargo y su limpieza.—
Apenas dió la embajada
cuando la envidia revienta
de envidiosos lisonjeros
y corredores de orejas.
Movióse un conde agraviado
y díjole al rey:—Tu alteza
no dé crédito á estas cosas,
que son engaños que ceban.
Querrá ahora el Cid Rodrigo
con esto que te presenta,
venirse á Burgos mañana
á confirmar tus ofensas.—
Caló Alvar Fáñez la gorra,
y empuñando en la derecha,
tartamudo de coraje,
le dió al conde esta respuesta: