»y llegarán su avenida
ȇ ver entre sus almenas;
»y defiendan bien sus honras
»como manchan las ajenas;
»y si les diere en los ojos
»lo que les dió en las orejas,
»verán que el Cid no es tan malo
»como son sus obras buenas,
»y si sirven á su rey
»en la paz como en la guerra
»mentirosos lisonjeros
»con la espada ó con la lengua;
»y verá el buen rey Alfonso
»si son de Burgos las fuerzas,
»los caminos de ladrillo
»ó los ánimos de piedra:
»que le suplico permita
»se pongan esas banderas
ȇ los ojos del glorioso
»mi Príncipe de la Iglesia,
»en señal que con su ayuda
»apenas enhiestas quedan
»en toda España otras tantas,
»y ya me parto por ellas;
»y le suplico me envíe
»mis fijas y mi Jimena,
»d’esta alma sola afligida
»regaladas dulces prendas;
»que si nó mi soledad,
»la suya al menos le duela,
»porque de mi gloria goce
»ganada en tan larga ausencia.»
Mirad, Álvaro, no erréis:
que en cada razón de aquestas
lleváis delante del rey
mi descargo y mi limpieza.
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ROMANCERO DEL CID
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