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ROMANCERO DEL CID

Aqueste es de buen donaire,
pero muy acobardado:
halo mostrado en las lides
y batallas do se ha hallado.
Mucho le pesó al buen Cid
cuando lo vido á su lado;
no es para vivir con él
hombre tan afeminado.
Un día entrara el buen Cid,
y con él los sus vasallos,
en batalla, con los moros
pelean como esforzados.
Allá va Martín Peláez
bien armado y á caballo:
antes de dar el torneo
al real había tornado;
fuése para su posada
cubierto y disimulado.
En ella anduvo escondido
hasta que el Cid ha tornado;
dejó muertos muchos moros,
á ellos ganara el campo.
El Cid se sentó á comer,
como tiene acostumbrado,
solo en su cabo á una mesa,
y en el su escaño asentado,
y en otra sus caballeros,
los que tiene por preciados:
con aquestos nadie come
sino los más afamados.
Así lo ordenó el buen Cid
por facerlos esforzados,
y que cada uno procure
facer fechos estimados
para comer á la mesa
de Álvar Fáñez y su hermano.