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ROMANCERO DEL CID
mustios andan y marchitos,
sin color ni olor están;
aquel honrado provecho
de tu playa y de tu mar,
en deshonra y daño torna,
¡mal te puede aprovechar!
Los montes, campos y tierras
que tu solías mandar,
el humo de los sus fuegos
tus ojos cegado han.
Es tan grave tu dolencia
y tanta tu enfermedad,
que los hombres desesperan
de salud poderte dar.
¡Oh Valencia! ¡Oh Valencia!
Dios te quiera remediar,
que muchas veces predije
lo que agora veo llorar.