Si Dios de ti no se duele,
tu honra se va apocar,
y con ella las holganzas
que nos suelen deleitar:
las cuatro piedras caudales
do fuíste el muro á sentar,
para llorar, si pudiesen,
se querrían ayuntar.
Tus muros tan preminentes,
que fuertes sobre ella están,
de mucho ser combatidos
todos los veo temblar;
las torres que las tus gentes
de lejos suelen mirar,
que su alteza ilustre y clara
los solía consolar,
poco á poco se derriban
sin podellas reparar;
y las tus blancas almenas,
que lucen como el cristal,
su lealtad han perdido
y todo su bel mirar;
tu río tan caudaloso,
tu río Guadalaviar,
con las otras aguas tuyas
de madre salido ha;
tus arroyos cristalinos
turbios ya siempre vendrán,
tus fuentes y manantiales
todos secados se han;
tus verdes huertas viciosas
á ninguno gozo dan,
que la raíz de sus hierbas
bestias roído las han;
tus prados de cien mil flores
olores de sí no dan,
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ROMANCERO DEL CID