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LV


Y

a que acabó la vigilia

aquel noble Cid honrado,
y dejó á doña Jimena
y á sus dos fijas llorando;
á la vista de San Pedro
en un espacioso llano
dijo, con grande denuedo,
á los que le están mirando:
—Quinientos fidalgos sois
los que me heis acompañado,
á quien no diré lo mucho
que os obliga el ser fidalgos;
pero, pues que me destierra
el Rey por injustos casos,
faced cuenta, mis amigos,
que todos vais desterrados,
y que han de guardar mi honra
vueso valor y mi brazo,
que aunque él ha sido injusto,
no lo han de ser sus vasallos,
antes derramar la sangre
por vencer á los contrarios.—