y con unos Evangelios
y un crucifijo en la mano.
Las palabras son tan fuertes
que al buen rey ponen espanto:
—Villanos mátente, Alfonso,
villanos que no fidalgos,
de las Asturias de Oviedo,
que no sean castellanos;
mátente con aguijadas
no con lanzas ni con dardos,
con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados;
abarcas traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
capas traigan aguaderas,
no de contray ni frisado;
con camisones de estopa,
no de holanda, ni labrados;
cabalguen en sendas burras,
que no en mulas ni en caballos;
frenos traigan de cordel,
que no cueros fogueados;
mátente por las aradas,
que no en villas ni en poblado;
sáquente el corazón vivo,
por el siniestro costado,
si no dices la verdad,
de lo que eres preguntado,
sobre si fuíste ó no
en la muerte de tu hermano.—
Las juras eran tan fuertes
que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero,
que del rey es más privado:
—Haced la jura, buen rey,
no tengáis d’eso cuidado,
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ROMANCERO DEL CID