lectura y se ve que los poetas no sólo atendían al lucimiento de su ingenio, sino que miraban con cierto respeto y seriedad el asunto. Algunos particularmente son verdaderas joyas del arte; tales como el 2, Cuidando Diego Laínez, donde con tanta viveza y maestría se expone la prueba que hace de sus hijos el sucesor de Laín Calvo; el 5, Llorando Diego Laínez de tan dramático efecto; los 10, Á Jimena y á Rodrigo y 11, Á su palacio de Burgos, recomendables por su gracia y por la viveza (ya que no por la exactitud arqueológica) de sus descripciones; el 12, Domingo por la mañana que parece hecho para competir con el 11; el 20, En los solares de Burgos y 21, Pidiendo á las diez del día, notables, según observación de Federico Schlegel, por su delicada ironía; el 22, Salió á misa de parida, modelo acaso del 12 y que emula si no vence á los 10 y 11; los 23, Acababa el rey Fernando, y 24, Atento escucha las voces, tan preciosos en su género que no hemos podido desecharlos, á pesar de ofrecer el mismo argumento que dos bellísimos primitivos; el 41, El hijo de Arias Gonzalo, modelo de sentimientos caballerescos y de elegante sencillez; el 49, Fablando estaba en el claustro que forma un cuadro completo en que parece adivinarse la decoración románica; el 67, Victorioso vuelve el Cid que tan bizarra apostura y tan discretas razones atribuye al héroe; el 70, Acabado de yantar que con bien escogidos toques cómicos pinta la cobardía de los infantes; el tan sentido 78, Al cielo piden justicia; el 82, Recibiendo el alborada que participa de la gala de los moriscos, etc.—Dígase lo que quiera, pero algo han de tener estas composiciones, cuando muchos de sus versos quedan perennemente grabados en la memoria de quien los leyó y saboreó en edad temprana[1].
De las diversas épocas á que pertenecen los romances (aunque menos apartadas entre sí de lo que muchos han opinado) se deriva para las obras componentes del Romancero del Cid una divergencia de estilos en gran manera opuestos á la idea de los que lo propusieron como prueba y ejemplo de epopeyas formadas por una serie de breves cantares. Esta misma divergencia desagradará sin duda á quien busque, con ánimo severo, una construcción regular y homogénea; mas puede contribuir al deleite del que prefiera una perspectiva curiosa y variada.