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ROMANCERO DEL CID

Estaban sobre la mesa
las nuevas y frescas armas;
dando espejos á los ojos,
y esfuerzo á quien las miraba.
Salió el Obispo vestido,
dijo la misa cantada,
y el arnés pieza por pieza
bendice, y arma á Pedro Arias;
enlázale el rico yelmo,
que como el sol relumbraba,
relevado de mil flores,
cubierto de plumas blancas.
Al armarle caballero
sacó el padrino la espada;
dándole con ella un golpe
le dice aquestas palabras:
—Caballero eres, mi hijo,
hidalgo y de noble casta,
criado en buenos respetos
desde los pechos del ama;
hágate Dios tal que seas
como yo deseo que salgas,
en los trabajos sufrido,
esforzado en las batallas,
espanto de tus contrarios,
venturoso con la espada,
de tus amigos y gentes
muro, esfuerzo y esperanza;
no te agrades de traidores
ni les mires á la cara;
de quien de ti se fiare
no le engañes, que te engañas;
perdona al vencido triste
que no puede tomar lanza,
no dés lugar que tu brazo
rompa las medrosas armas;