—Aquel civil que presuma
temor, bajeza ó fe mala
de Arias Gonzalo, mi tío,
miente, miente por la barba;
y el que negare el respeto
á sus venerables canas,
á mí que las reverencio
me ponga la tal demanda.—
Estando en esto, el buen viejo
entró grave por la sala,
arrastrando grande luto,
haciendo sus hijos plaza.
La mano á la Infanta pide,
mesura fizo á la Infanta,
saludó á los homes buenos,
y de esta suerte les fabla:
—Noble Infanta, leal concejo,
don Diego Ordóñez de Lara,
que para buen caballero
este apellido le basta,
en vez del Cid don Rodrigo,
que con vos juró alianza,
por la pro de su rey muerto
con infame reto os carga.
Á vuestro cabildo vengo
con estos cuatro en compaña,
ciudadanos, fijos míos,
de Laín Calvo sangre honrada.
Tardóme un poco en venir,
que pláticas no me agradan
cuando los negocios piden
obras, valor y venganza.—
Á una el viejo y sus fijos
los largos capuces rasgan
quedando en armas lucidas;
lloró de nuevo la Infanta,
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ROMANCERO DEL CID