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ROMANCERO DEL CID

que del ánima curedes,
del cuerpo non fagáis caso;
á Dios vos encomendad
pues fué este día aciago.
—Buena ventura hayáis, conde,
que así me heis aconsejado.—
En diciendo estas palabras
el alma á Dios había dado.
De esta suerte murió el Rey
por haberse confiado.