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VII
PRÓLOGO

mó prodigio del Señor. Sus victorias, de que se aprovechó toda la cristiandad, su vida aventurera y hazañosa y sus prendas personales y domésticas le convirtieron, á no tardar, en héroe de épicas tradiciones.

Pocos años después de su muerte, si no ya en vida, según opina Baist, fué el Cid celebrado en un poema latino, y consta que á mediados del siglo XII era ya cantado con el nombre de Mio Cid.

Dos son los poemas ó cantares de gesta relativos á este célebre personaje histórico que se han conservado. El que versa sobre hechos más antiguos, publicado en nuestro siglo por Mr. Francisque Michel, ha sido llamado la Crónica Rimada ó el Poema de las mocedades del Cid y pudiera llamarse simplemente El Rodrigo, pues tal es el nombre que da constantemente al héroe. Este poema cuenta la historia fabulosa de la juventud de Rodrigo, la cual comprende la muerte dada á un supuesto conde de Gormaz, injuriador de su padre, su casamiento con Jimena, hija del mismo conde, sus primeras victorias ganadas á caudillos árabes y la imaginaria expedición á Francia, á donde, según se supone, acompañó al rey D. Fernando, para oponerse al tributo que á Castilla exigían los monarcas extranjeros.

El otro cantar, llamado comunmente el Poema del Cid, fué publicado en el pasado siglo por el Pbro. Don Tomás Sánchez, y pudiera distinguirse de El Rodrigo, apellidándole El mio Cid, pues así denomina al de Vivar. Menos apartado que aquél de la realidad histórica, es, á nuestro ver más antiguo, y nos presenta un héroe, nada muelle ni apocado, pero grave y comedido, sin los impetuosos arranques atribuídos á sus mocedades. Refiere las hazañas del Cid después de su último destierro, la toma de Valencia, el casamiento, sin duda alguna fabuloso, de sus hijas con los infantes de Carrión, la cobardía de éstos y el mal tratamiento que dan á sus esposas, las cortes convocadas por Alfonso, la sentencia pronunciada contra los infantes y los nuevos casamientos de las hijas del Cid con el infante de Aragón (así dice) y el de Navarra.

Fueron narrados también en cantares perdidos, el testamento y la muerte de don Fernando, el cerco de Zamora, la muerte de don Sancho y la jura de Alfonso.