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ROMANCERO DEL CID

Oídolo habían dos condes,
los cuales eran cuñados.
—Atended, los caballeros,
mientras estamos armados.—
Piden apriesa las armas,
suben en buenos caballos,
caminan para las tiendas
donde yace el rey don Sancho;
piden que los dé licencia
que ellos puedan hacer campo
contra aquellos caballeros
que con soberbia han hablado.
Allí fablara el buen Cid,
que es de los buenos dechado:
—Los dos contrarios guerreros
non los tengo yo por malos,
porque en muchas lides de armas
su valor habían mostrado,
que en el cerco de Zamora
tuvieran con siete campo:
el mozo mató á los dos,
el viejo mató á los cuatro;
por uno que se les fuera
las barbas se van pelando.—
Enojados van los condes
de lo que el Cid ha fablado;
el Rey cuando ir los viera
que vuelvan está mandando;
otorgó cuánto pedían,
más por fuerza que de grado.
Mientras los condes se arman
el padre al fijo está hablando:
—Volved, fijo, hacia Zamora,
á Zamora y sus andamios,
mirad dueñas y doncellas
cómo nos están mirando.