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Acta Apostolicae Sedis - Comentario Oficial

Un apostolado que, si una vez hizo que Gregorio IX los llamara dignamente soldados de Cristo y nuevos Macabeos, puede hoy muy bien ser de igual importancia para la salvación de todos, si tal como crecieron en número por todo el globo terrestre así, revestidos con el espíritu de su padre Francisco, manifiesten sobre todo la inocencia e integridad de costumbres. Lo que escribieron nuestros predecesores León XIII en su carta Auspicato y Benedicto XV en su encíclica Sacra propediem[a], significando a todos los obispos del mundo católico lo que les sería sumamente grato, eso mismo, Venerables Hermanos, esperamos Nos del celo pastoral de todos vosotros: es decir, que favorezcáis de todas las maneras a la Orden Tercera franciscana, enseñando a vuestra grey -por vosotros mismos y por medio de sacerdotes cultos y dignos en el ministerio de la palabra-, cuál es el objeto de esta Orden de hombres y mujeres seglares, cuánto debe ser estimada, cuán abierto está el camino para el ingreso en esta Orden, cuán fácil es la observancia de sus santas leyes, de qué gran abundancia de privilegios gozan estos terciarios; en fin, cuán grandes utilidades redundan de la Tercera Orden sobre los individuos y sobre la comunidad. A los que aún no hayan dado su nombre a esta preclara milicia, persuadidlos vosotros a que este año lo den. Aquellos, a quienes por su edad aún no les es permitido, inscríbanse como cordígeros[b] o futuros candidatos, o bien váyanse acostumbrando desde niños a esta santa disciplina. Puesto que con estos saludables sucesos que tan frecuentemente nos es dado celebrar, parece que Dios quiera que nuestro pontificado no pase sin haber otorgado al pueblo católico los frutos más gratos, vemos ante nuestros ojos con gran alegría que se está preparando este solemne centenario de Francisco, que «en su vida reparó el templo, y en sus días fortificó el santuario»[1]; y lo vemos con tanta mayor alegría, en cuanto que, desde la flor de la edad, le hemos venerado en religión como a patrono, y porque desde hace tiempo hemos recibido piadosamente las insignias de la Orden Tercera y somos contados en el número de sus hijos. En este año, pues, en el séptimo centenario de su muerte, por intercesión de Francisco, abunden sobre el orbe católico y sobre nuestra gente beneficios tales, que sea este un año siempre memorable en la historia de la Iglesia.


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  1. Eccl 50,1