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Acta de Pío XI

porque quien se detenga ante eso como lo más importante, y quiera cambiar su sentido para justificar su propia molicie o excusar sus falsas opiniones o sostener algún prejuicio suyo, corrompe sin duda la genuina imagen de Francisco. Pues el Francisco integral, que el pueblo cristiano más debe imitar que admirar, está en aquella universalidad de heroicas virtudes que hemos señalado y de las que volveremos a ocuparnos; está en aquella austeridad de vida y en su predicación a penitencia; en aquella acción múltiple y sacrificada en la reforma de la sociedad. El que fue heraldo de tan gran Rey, quiere a los hombres conformes con la vida evangélica y con el amor a la Cruz, y no sólo amantes y enamorados de las flores, las aves, los corderos, los peces, y las liebres. Y si él mismo pareció dejarse llevar por el más tierno amor hacia las creaturas, y «por más pequeñas que fueran» las llamaba «con el nombre de hermano y hermana» -amor que, por lo demás, si no se sale del debido orden no está prohibido por ninguna ley-, era movido a amarlas tan sólo por el amor de Dios, porque «sabía que todas ellas tenían con él un mismo principio»[1], y porque veía en ellas la bondad de Dios, ya que «por las huellas impresas en las cosas sigue dondequiera al Amado, hace con todas una escala por la que sube hasta su trono»[2]. Por lo demás, ¿qué puede prohibir a los italianos que se gloríen del italiano, llamado en la misma liturgia eclesiástica con el nombre de «luz de la Patria»?[3] ¿Qué impide a los varones estudiosos que hablen del amor de Francisco a todos los hombres, especialmente a los pobres? Los unos, empero, deben guardarse del amor inmoderado hacia la propia patria, de presentarlo como signo e índice de este apasionamiento nacional, con lo cual menguarían su condición de «varón católico». Los otros guárdense de levantarlo como precursor y patrono de errores, de los cuales estuvo tan lejos como el que más. Todos éstos, que, no sin piedad, se placen en estas alabanzas accidentales al santo de Asís y trabajan por preparar en su honor el solemne centenario, quiera Dios que, así como son dignos de reconocimiento, así con motivo de este fausto suceso

  1. San Buenaventura, Leyenda Mayor de San Francisco, c. 8 n. 6 (LM 8,6).
  2. Tomás de Celano, Vida Segunda de San Francisco, n 165 (2 Cel 165).
  3. Breviario de los Hermanos Menores.