¿Pero cómo nos recibirían los elegidos? Ahora bien, hay gente hosca y alegre, falsos elegidos, puesto que nos falta audacia y humildad para abordarlos. Esos son los únicos elegidos. ¡Aunque no están aquí para andar bendiciendo!
Habiendo recobrado dos céntimos de razón —¡que se acaban rápido!— veo que mis dolencias nacen por no haber notado lo suficientemente pronto que estamos en Occidente. ¡Los pantanos occidentales! No es que vea la luz alterada, con forma extenuada, con movimiento desviado... ¡En fin! Lo que pasa es que mi espíritu quiere asumir absolutamente todos los desarrollos crueles que ha sufrido el espíritu desde el fin de Oriente... ¡Eso es lo que mi espíritu quiere!
... ¡Mis dos céntimos de razón se acabaron!— El espíritu es la autoridad, y quiere que yo esté en Occidente. Hará falta callarlo para concluir como yo quería.
Enviaba al diablo las palmas de los mártires, los resplandores del arte, el orgullo de los inventores, el ardor de los ladrones; regresaba a Oriente y a la sabiduría primera y eterna.— ¡Al parecer todo fue un sueño producto de mi desbordante pereza!
Sin embargo, nunca pensé en el placer de escapar a los sufrimientos modernos. No tenía en mente la sabiduría bastarda del Corán.— ¡Pero acaso no hay un suplicio real en el hecho de que, desde la declaración de la ciencia, el cristianismo, el hombre se engañe, se demuestre evidencias, se hinche de placer al repetirse sus demostraciones, y no viva más que así! Sutil tortura; fuente de mis divagaciones espirituales. ¡La naturaleza quizá podría aburrirse! El señor Prudhomme nació junto con Cristo.
¡No es acaso porque cultivamos la bruma! Devoramos este delirio junto con nuestras húmedas legumbres. ¡Y con la ebriedad! ¡Y el tabaco! ¡Y la ignorancia! ¡Y las abnegaciones!— ¿No está todo eso demasiado alejado del pensamiento de la sabiduría de Oriente, nuestra patria primitiva? ¡Para qué un mundo moderno, si se inventan semejantes venenos!