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traslucir cierta comunidad de origen en la tradicion de los dos distintos editores á que los debemos.

Como no tengo la pretension de hacer ahora un estudio detenido de Paleosofía, me limitaré á decir que esos capítulos parece se refieren á diez generaciones sucesivas, dirigidas por otros tantos jefes, reformadores ó «patriarcas» de las distintas ramas nacidas de un solo tronco; es decir, siguiendo con preferencia la genealogía y las tradiciones de la raza semítica, en línea recta hasta el orígen del pueblo hebreo, dueño de esas tradiciones. De los que «habitarían en sus tiendas», ó sea de los que con ellos cruzarían su sangre, dicen muy poco esos capítulos.

Esa genealogía no ofrece de notable sino el «proceder» de Henoc (el iniciado, en lengua hebrea); su misteriosa «desaparicion», relativamente prematura y por haber seguido «en pos de Dios».

Un pueblo tan bien dispuesto para residir en el Paraíso; al que Dios traslada en la flor de su edad, muchos siglos antes del diluvio y sin decir á nadie á dónde se lo llevó, son datos muy interesantes, pero que ahora no puedo aprovechar.

El Capítulo VI dice que habiendo sido seducidos por la hermosura de las hijas de Eva, los depositarios del saber, ó «hijos de Dios», salieron á luz los «gigantes, esos valientes del tiempo antiguo; jayanes de nombradía», los cuales «amontonando montes sobre montes, trataron de escalar el Olimpo», porque fueron iniciados por sus padres en las ciencias ocultas, que luego divulgaron. Que el vulgo sabio hizo tal uso de los conocimientos científicos, que la iniquidad y corrupcion de los hombres llegó á su colmo. Tambien el libro de Henoch, considerado apócrifo, dice que los ángeles pecadores revelaron á las mortales las artes y las ciencias ocultas. «Habitaron con ellas, dice, y las enseñaron la brujería, los hechizos mágicos (y ¡cuán bien los han heredado sus descendientes!) las propiedades de las raíces y de los árboles, el arte de pintarse, el lujo, &, &; de modo que el mundo fué «corrompido».

Ya sabemos lo que sucedió despues, á las doce de la noche del dia séptimo.... el «diluvio universal», el verdaderamente universal, puesto que es la manifestacion de una ley universal y eterna, equivalente á la fecundacion. La ignorancia completa, ingénua y humilde de los pueblos infantiles y sanos, se sobrepone y fecunda á esa ignorancia parcial, presuntuosa y estable, que comunmente se llama hoy sabiduría, y que los antiguos simbolizaban en la serpiente. El cerebro humano está sujeto á la misma ley de la