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principalmente á las mujeres: ¿Por qué motivo no queréis creer todo lo que os enseñamos? A lo cual respondían: Creemos todo lo que nos decís, pero eso de que seáis los infalibles intérpretes de la verdad en Moral, ni pensarlo siquiera; somos agnósticos á ese respecto.

Sin embargo, los «infalibles ministros de Zeus» (Theus, Theos, Deos ó Dios) no desmayaron; continuaron sus trabajos de zapa, por medio de la enseñanza, hasta que consiguieron hacer caer en sus redes á los incautos, y retardar así el progreso del saber, principalmente en lo relativo á la Moral.

Lo sucedido despues, entre los ministros de Zeus y sus discípulos, es lo mismo que ha continuado sucediendo hasta el presente.

Si se estudia la causa fisiológica, el factor interno del progreso intelectual, se verá que es debida á la accion que sobre el cerebro masculino ejerce la asimilatividad de la mujer, dando, en la fecundacion, mayor vigor á la inteligencia varonil. Por consiguiente, esta mujer la que «quebranta la cabeza» de esa serpiente que anda siempre acechándonos por la parte que mas cerca de ella ponemos en nuestra marcha.

Dijo asimismo á la mujer: «Con grandes dolores de cabeza concebirás y parirás á Minerva, etc.

Y tú, Adam, si no trabajas (si no sigues la línea de resistencia)serás siempre un atorrante, pues no volverás al Paraíso.

Convencidos los hombres de que habían alcanzado á la suma verdad en Moral, cesaba de hecho su permanencia en medio de los bienes reales que ofrece la observacion ó estudio de la Naturaleza, de las obras del mínimo comun divisor; se sustraía de lo único que puede guiar á su inteligencia por la senda del progreso contínuo, é incurría en la «maldicion de Dios».

«Y desterrado Adam», colocó Dios el signo de la cruz «delante del Paraíso de delicias»; es decir, al exterior ó como principio, fuente ó razon fundamental de todo saber. El signo («querubín» significa emblema ó geroglífico) estaba «al rededor para guardar el camino» ó sea el diagrama de la evolucion, que conduce á la símpode de la credulidad y de la vida de la inteligencia. Teniía, dice el Génesis, una espada de fuego. Lo cual, traducido, concuerda perfectamente con el hecho de que el signo de la cruz, como todos los demás signos, mata tambien, como mató á los cristianos que adoraron y adoran la cruz: al signo, pero no á lo significado.

Los capítulos IV y V, aunque muy discordantes entre sí, dejan