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á dominar todas las demás razas humanas. Y no tan sólo á estas, sino tambien á todos los demás seres vivos, hasta los microbios. Siendo el hombre apto ya para el progreso intelectual, descubriría las leyes de la Naturaleza, cuyo conocimiento le daría un poder igual al del mínimo comun divisor, y, por lo tanto, sería, en eso, semejante á la fuerza que lo creó.

27. «Creó pues Dios al Hombre á imágen suya, á imágen de Dios le creó»; creólos de dos clases: varoniles, ó sea ávidos de saber, y femeniles, ó ávidos de credulidad.

28 á 30. Con tal combinacion de cualidades, bien se puede decir, en lenguaje figurado, que habían recibido la bendicion de Dios. Tenían además «el fruto de los árboles» ó sea las grandes ideas; la yerba verde» (sin semilla), ó sea las pequeñeces que no dan fruto alguno, era para aquellos cuya inteligencia, ó dormía, ó soñaba despierta.

31. «Con lo que de la tarde y de la mañana» se formó la sexta y última equis.

Esta época corresponde al principio de la Edad del bronce. «A la Edad de la piedra sucedió la de los metales, marcando para el género humano una era nueva, la era de su triunfo definitivo sobre el resto del mundo animado» é inanimado. Coincide con este progreso la aparicion del signo de la cruz swástica, como emblema sagrado, hácia el fin de la Edad del bronce, en los sepulcros del Cáucaso y del Norte de Italia.

Los capítulos II, III, IV y V del Génesis son una ampliacion retrospectiva de lo sucedido durante la última mitad ó ángulo de la sexta equis, ó sea, en el lenguaje figurado del Génesis, desde las doce del dia sexto hasta las doce de la noche del mismo.

Habiendo llegado el Hombre á ser, por su inteligencia, la semejanza ó el sustituto de la «inteligencia» que lo creó, ésta dejaba de ser el motor exclusivo del progreso intelectual. La razon, ese «soplo de vida», debía ser la guia de la conducta humana. La accion inconsciente del mínimo comun divisor dejaba, por lo tanto, de ser la única soberana. «Dios entró, pues, en reposo cuando hubo dejado bien acabadas las obras que creó»; cuando el Hombre tenia ya todo lo necesario para su perfeccionamiento: los hechos que la Naturaleza ponía ante él, y la inteligencia que debía guiar su razon hasta llegar á las doce de la noche del dia séptimo y siguientes.

Segun los versículos 5, 7 y siguientes del capítulo II, todo lo que

REVISTA DEL J. Z.-T. I, entr. 11.
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