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teoría de San Pablo, sobre la resurreccion (Epístola primera á los Corintios; Cap. XV, ver. 35 y sigtes.)

Recapacitando sobre todo lo dicho hasta aquí, el lector verá que el Credo, enseñado como símbolo de la fé cristiana, se puede interpretar con toda propiedad y de acuerdo con los hechos expuestos, del modo siguiente:

Creo en el mínimo comun divisor, principio y creador todo poderoso y por sí solo de todo cuanto ha existido, existe y existirá. Creo en Jesús, Cristo y único «hijo de Dios,» señor de toda la cristiandad; cuya doctrina y saber, ó sea lo que hizo de él el Cristo («ungido»), fué concebido por obra y gracia del «Espíritu Santo,» nació de la Siempre Virgen y fué muerto y sepultado; que padeció debajo del poder de los intolerantes y fanáticos; que fué mandado crucificar por uno de los que no pueden tener conciencia; que «descendió á los infiernos» para sacar del olvido á los santos padres de la ciencia antigua, que estaban «esperando su santo advenimiento.» Algun tiempo despues de su muerte, renació á la Historia, ascendió por sus propios méritos al rango de dios, en donde ocupa el lugar preferente entre los demás redentores. Como perteneció á la mas pura nobleza bionómica, reaparecerá en la série de sus descendientes y juzgará á los vivos y á los muertos. Creo en el Espíritu Santo; en que la católica es la única religion, propiamente dicha; en la comun union de los que estudien y practiquen las leyes de la vida; en que la mayor parte de los vicios bionómicos desaparecen en la série de los descendientes; en la reaparicion de los antepasados y en la vida perdurable de los que observen siempre las leyes de la evolucion. Así es verosímil.

Segun la Doctrina Cristiana, el Credo fué obra de todos los apóstoles; por lo cual los veintidós artículos de que consta se cuentan sólo por doce, para hacer concordar su número con el de los apóstoles. Cristo era el décimo-tercio en aquella congregacion y por consiguiente ocupaba en ella el fatídico número 13.

Es muy probable que exista alguna inexactitud histórica respecto al origen del Credo, y sea, por lo menos la mayor parte de él, la obra directa del mismo Jesús. Los apóstoles eran incapaces de formular abstracciones de aquello cuyo espíritu ellos mismos no pudieron penetrar [1]. Mas verosímil es que Cristo les hizo lo aprendieran

  1. El autor de la Epístola á los Hebreos no era uno de los doce, ni su discípulo San Lúcas tampoco.