Página:Revista del Jardín Zoológico de Buenos Ayres (Tomo I. Entrega X, pp. 289-320).pdf/22

Esta página ha sido validada
— 309 —

circunscribirme, sólo diré que desde el mas ínfimo de los animales, hasta el más elevado en organizacion, todos forman numerosas séries paralelas (Poligenismo), en las cuales pasan por unas mismas fases (Monogenismo), sucediéndose en un órden ascendente, tan regular y admirable, que lo hacen digno de la mas atenta consideracion de nuestra parte.

Haciendo abstraccion de la altura á que cada animal alcanza en la escala, el órden en el cual se verifica la ascension es el mismo observado ya en los animales de que nos hemos ocupado. Es una sucesion en la cual los indivíduos libres alternan con las familias fijas, cuyos miembros ó zooides se unen entre sí por vínculos de más en más estrechos.

A cierta altura en la escala y en las diversas séries, aparecen nuevas formas de familia. En las unas, los zooides están muy íntimamente unidos; la familia ha dejado de ser fija, pero no ha adquirido sino la escasa individualizacion y solidaridad que le permite la poca actividad de su vida. Estas familias ambulantes, como yo las llamo, viven casi todas en el mar, ya sea arrastrándose en el fondo, ya nadando ó dejándose llevar por las olas. En las otras familias de nueva forma, tales como los Termitas y las Hormigas, Abejas y Avispas sociales, los hermanos, muy numerosos, son completamente individualizados; pero no del todo libres, pues están subordinados al hogar, el cual es fijo. Por estar formados de numerosos individuos libres, se las suele comparar con las sociedades humanas; pero difieren notablemente: primero, porque sus miembros son todos hermanos y la sociedad no es una reunion heterogénea de individuos; y segundo, porque sus instituciones no son simples fantasías literarias, ni decoraciones teatrales, artísticamente confeccionadas, sino la manifestacion real de las leyes biológicas. En las sociedades de esos insectos hay, por lo menos, cuatro clases de individuos: la madre, el padre, las tias y los niños. La madre, impropiamente llamada reina, no es una soberana, porque, al revés de lo que pasa en las sociedades humanas, la soberanía reside en el pueblo; de modo que éste obedece libremente á las leyes de la vida y no á las de astutos egoístas ó de oficiosos soñadores. Las tias son el verdadero pueblo y lo equivalente del plasma personal en el individuo. El proverbio de «á quien Dios no le dá hijos, el Diablo le dá sobrinos», tiene en ellas la realidad de una ley biológica. Ellas son las que desempeñan todo el trabajo material de la casa, y lo hacen con tanta inteligencia y puntualidad, que muy rara ve<, se comete una leve falta.