Página:Revista del Jardín Zoológico de Buenos Ayres (Tomo I. Entrega V, pp. 129-160).pdf/7

Esta página ha sido validada
— 134 —

ma el nombre de Caá-pora, que, sin variar el nombre, sufre modificaciones considerables, según las distintas regiones.


II.—Caá-pora.


(Fantasma del monte).


En la Provincia de Rio Grande del Sur, la Caapora es tambien una mujer, la dueña de todos los animales del monte, una especie de Diana que, cuando el cazador le cae en gracia, le facilita los medios de encontrar la presa, y, cuando no, tiene los perros, que garrotea invisiblemente, haciéndolos revolcar de dolor [1] dando tiempo así á que la caza se ponga en salvo.

En la Provincia del Paraná, la Caapora es un hombre velludo, gigantesco, de gran cabeza, que vive en los montes, comiendo crudos los animales que el hombre mata y luego no encuentra.

La imaginación exaltada de los montaraces, ha de dar formas humanas á troncos de árboles, retorcidos, secos, cargados de musgos y parásitos, qué, colocados en ciertas condiciones de luz, favorecen a la fantasía, como sucede en muchas leyendas europeas y asiáticas, en particular del Japon, donde tambien se transforman los árboles en seres fantásticos.

En Goyáz, según me comunicó mi amigo el señor Teniente del ejército brasilero, Edmundo Barros, hijo de aquella Provincia, los indios tienen también su leyenda sobre la Caapora.

Cuando encuentran una bandada de chanchos silvestres, y los exterminan, se les aparece, montado en el último chancho, el Caapora, de la figura del anterior, á cuya vista los matadores quedan idiotizados para toda la vida, de modo que se guardan muy bien de acabar las piaras y siempre dejan algunos vivos. Esta última leyenda es siquiera sabia, porque trata de poner freno á la destruccion completa de un animal que les proporciona abundante alimento.


III.—La leyenda del Yasy-Yateré.


Hallándome en un galpon de yerbateros situado cerca del arroyo Itaquirí, en el interior de la jurisdicción de los yer-

  1. Los perros, al correr dentro del monte, persiguiendo la caza, suelen á veces pisar un isipó rastrero espinoso, medio oculto entre las otras yerbas, que causa unas heridas muy dolorosas que les hacen lanzar agudos gritos. Tal vez sea esta la explicacion de la garroteadura invisible.