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Este diagrama está formado por dos ángulos cuyos lados divergen de O, y despues de llegar á V y V' respectivamente, convergen en C.

Si unimos OC y VV' las líneas trazadas formarán la cruz; el esquema de la analogía trascendental, del órden universal y absoluto, el último escalon de la ciencia, la cima del saber.

Pero ¡no os hagais ilusiones, los estudiantes, ni os alarmeis, los hombres de ciencia! El saber es semejante á un cono: su cima es de muy poca extension y excesivamente abstracto es su esquema. Sería muy escaso nuestro saber si nos quedásemos en la cima, sin recorrer, observar é inspeccionar, los hechos concretos que lo constituyen desde su base y son el objeto de las ciencias especiales. Sería, en el lenguaje de Filon, dejarnos matar por el signo de la cruz.

Por tradicion, desde tiempo inmemorial, se ha enseñado y repetido, aunque de una manera figurada y misteriosa por algunos, é inconscientemente por los más, que la cruz es el «signo» que nos restituirá la libertad de pensar; que nos emancipará de la tutela de los que pensaron para sí y legaron sus generalizaciones á los mas atrasados; que nos «redimirá», en una palabra, del «pecado» de creer con demasiada precipitacion. Pero la desconfianza que inspira ese lenguaje tan diferente del nuestro, y la indiferencia por el estudio de la vida, que el amor propio trae consigo, han mantenido encubierto por la metáfora el antiguo misterio, intencional en su origen.

Yo no revelaré todos los secretos de la cruz, porque sería una tarea muy superior á mis fuerzas, y sólo una parte de ella haría interminable mi trabajo. Además, no quiero privar á mis lectores del placer de descubrirlos ellos mismos. Diré tan sólo que á mí me ha iniciado en esos secretos el uso del método que consiste en buscar, por medio del control de los hechos contradictorios, las leyes más generales. Y si yo he podido iniciarme, es evidente que todos los demás podrán hacerlo y que no se necesita mucha inteligencia, sino un poco de actividad y el deseo y propósito de no dejarse engañar, ni por meras afirmaciones, ni por las primeras apariencias.

Para demostrar la gran antigüedad del signo de la cruz, como emblema sagrado, aduciré las pruebas siguientes: Su existencia, como tal, en los sepulcros etruscos y en los del Cáucaso, pertenecientes á la remota edad del bronce. En los ladrillos asirios, en los monumentos egipcios y persas, y en los variados objetos de