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de la analogía es que llegaremos á descubrir su forma y tambien el secreto de toda su evolucion.

Pero la analogía es una espada de dos filos. Su manejo es peligroso, porque es fácil abusar de ella é incurrir en grandes errores. Puede ser más ó menos útil ó más ó menos perjudicial, segun el uso que de ella hagamos. A este respecto tiene tambien sus dos extremos. Si tomamos las analogías de simple forma exterior y fortuita, como son las que hacen comparar á Italia con una bota, ó una mancha del cieloraso con un figuron fantástico, las consecuencias sacadas de tales analogías serán más ó menos divertidas ó indiferentes, y tan inofensivas como inútiles ó ridículas.

Si queremos profundizar más, por ejemplo, comparando los distintos pueblos entre sí, las consecuencias pueden ser falsas y perjudiciales como son las que nos llevan á los Argentinos á imitar chinescamente á otros países muy diferentes del nuestro.

La analogía verdadera, real, siendo la existencia de lo mismo en lo diferente, es de suma utilidad para descubrir las leyes naturales más importantes; las analogías fortuitas y forzadas son tan solo creaciones de nuestra imaginacion. Los «libros sagrados» y principalmente el Nuevo Testamento, están llenos de analogías sacadas á viva fuerza.

Al analogismo y á la analogía real entre las leyes de la vida y las alegorías de los antiguos sabios, debe la religion cristiana su origen y su larga y vigorosa existencia. Algunos profetas hebreos conservaban por tradicion una parte bastante considerable del saber antiguo, y el conocimiento de las leyes de la evolucion intelectual les permitió prever los principales lineamentos de los futuros sucesos y los consignaron en el mismo lenguaje figurado que acostumbraban usar sus predecesores. Amoz, ó Amotz, el mas instruido de los profetas, recopiló y escribió bajo el pseudónimo de Isaías ó Yes'a'yahou (la salvacion de Jehovah), la profecía que ha desempeñado el principal papel en la religion de nuestros antepasados y de nuestras contemporáneas. La analogía de lo que decía Isaías en sentido figurado, con las condiciones morales é intelectuales de Jesús y con algunos accidentes de su vida, hizo de Cristo un Mesías á la altura de la rústica idolatría de sus discípulos. El analogismo y el entusiasmo de éstos arreglaron lo que no concordaba con las profecías y agregaron lo que les parecía faltar.

Platon tambien había dicho que si sobre la tierra apareciese un ente soberanamente justo, sería preso, azotado y puesto en una