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estenuada, rendida por el cansancio, agobiada por una lasitud extrema, un Octavio de Saville que prepara su Avatar—y, me atrevería á decirlo,—la de alguien que tiene jaqueca.

Era este, en lo que se refiere al conjunto:

Fig. 9

Nean tenía veinte años, y Siam («Sáiam»)—su compañero de esclavitud—veintiuno. Habían llegado á esa edad en que las cadenas cortas se hacen absolutamente insoportables. Las diversas manifestaciones de simpatía que con frecuencia se prodigaban, habían obligado al Director del Jardin á pedir con insistencia al Intendente ordenase la construccion del edificio propio, para dejarlos libres y seguros, es decir, en condiciones tales, que ninguna impertinencia de los concurrentes fuera causa de alguna desgracia. Siam y Nean, sueltos en las últimas semanas que permanecieron en el galpon propio, habrían presentado un contínuo peligro para todos, porque los Elefantes alborotados, dígase lo que se quiera de su pudor, son animales inquietos y de muy poco juicio.

No es necesario entrar en mayores detalles para que el lector comprenda que Siam y Nean debían estar sueltos.

Tengo motivo para creer que, por la mayor causa, Nean había