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fragmentos escasos, era algo empírico, que se dejaba, más que á la ciencia, á la práctica ó al tanteo de los operadores.

Pensé entónces que tales restauraciones deberian ejecutarse mas bien sobre la base matemática de los elementos geométricos á que aludí, pero sin excluir por ésto lo que pertenece á la inspiracion artistica, muy fácil de desenvolverse, por otra parte, como que ella tiene que subordinarse al conocimiento de vasos análogos, y enteros.

Con estas ideas, dí comienzo al trabajo.

Los fragmentos que había recibido eran, todos ellos, obra de Indios Quilmes, y por lo tanto debía referirlos al Arte Calchaquí—correspondiendo, sin excepción, á simples bordes.

Las muchas piezas de la cerámica indígena que en distintas ocasiones había visto, y algunas de las cuales poseo, me permitian reconocer que los antiguos pobladores de estos países habían usado el torno ó algo equivalente, pues de otro modo no se podría explicar la perfeccion de los círculos ó circunferencias en las bocas de muchos tiestos, en los cuerpos de los mismos, ó en los fondos, agregándose las estrías dejadas por los dedos, ó los moldes, y que, por corresponder perfectamente á veces á planos perpendiculares a! eje, revelaban la rotacion de los vasos en el momento de ser fabricados.

Esta conviccion, adquirida por el exámen de vasos enteros, fijaba, para los fragmentos, el valor de tres puntos de un arco situados en el plano de la boca, plano que debía ser horizontal, siendo el vaso hecho á torno. Pero, como tres puntos de un arco de círculo dán el centro de éste por la interseccion de las perpendiculares al medio de las cuerdas que los unen, lo que no puede ser mas elemental, era claro que, hallado el centro, obtenía el perímetro de la boca.

Pero esos tres puntos estaban tambien en un mismo plano horizontal y por lo tanto el contorno vertical de la vasija debía tener una relacion con dicho plano.

Tomé el mejor pedazo marginal y hallé que su arco era sensiblemente de 36 grados. Hice, de yeso, un negativo, y fabriqué diez piezas iguales. Colocado el original—boca abajo— exactamente sobre el círculo generado por él (Fig. 2, m.), de modo que su externo borde correspondiera á la línea de su propio arco, círculo trazado en una mesa de mármol, era claro que, si el vaso había sido ventricoso, la vertical (n s), tangente á la parte saliente, se debía proyectar fuera del círculo trazado. Y así era. Esto originó un segundo círculo (o). Colocando entónces las diez piezas de yeso con su borde en contacto con el círculo m, y aplicando á cada uno la escuadra como lo había hecho con el original, de modo que el cateto n-s se proyectara sobre el círculo o para dar al fragmento su inclinacion exacta, sólo faltaba pegar unas piezas con otras.