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El cardenal Cisneros.

un corazon más de Rey que de fraile[1]; pero la verdad es que las gentes veian que aquellas tropas eran el más firme sosten del órden público y contenian á la turbulenta nobleza, de modo que, aunque hubiera ambicion en Cisneros, era aquella grande, noble y varonil ambicion que salva á los Estados é inmortaliza á los indivíduos que la tienen. Singular fortuna, ó por mejor decir, singular talento, genio extraordinario, firme y levantado carácter el de Cisneros que supo conservar la unidad, la cohesion, la integridad de la pátria en tiempos tan revueltos, cuando todos querian mandar y nadie obedecer, cuando la nobleza tiraba á dividir á España en pedazos y parecia llegado el lúgubre momento de su disolucion anárquica ó de reproducirse los feudalismos locales de la Edad Media que hubieran mutilizado la gran obra de los Reyes Católicos. ¡Gloria inmortal al nombre de Cisneros que tanto bien hizo á la naciente pátria, á la apénas constituida nacionalidad española en tan solemne ocasion, y ojalá que su recuerdo sirva de estímulo y de norma á nuestros gobernantes presentes ó futuros, si es que España ha de pasar de nuevo por crisis tan graves é imprevistas, por interinidades tan dolorosas, por una horfandad tan misera y aventurada como la que dejamos pálidamente descrita!

De todos modos, Cisneros, á quien acusaba Zurita, segun ántes hemos dicho, de tener un corazon más de Rey que de fraile, sabia las dificultades con que tenia que luchar, exhortaba continuamente al Rey D. Fernando á que apresurase su vuelta y estaba deseoso de entregar un poder que se sostenia por maravilla y que no podia hacer frente con vigor y con fortuna á todos los conflictos que se presentaban. En esto demostraba la superioridad de su talento como hombre de Estado, pues los poderes interinos que se forman por acaso ó constituye perentoriamente la necesidad del momento, llámense Consejos de regencia, Triunviratos, Directorios, Gobiernos provisionales, son débiles por naturaleza y corren el riesgo continuo de convertirse en una dictadura sin magestad que la fuerza levanta y la fuerza arrebata tambien, ó de perecer como oscuros náufragos, que ni piedad siquiera inspiran, entre las embravecidas olas de la creciente anarquía.

(Se continuará.)C. Navarro y Rodrigo
  1. Anales, tomo VI, lib. VII, cap. XXIX.