Página:Revista de España (Tomo I).djvu/65

Esta página no ha sido corregida
59
que hoy se forma de España.

hacen leña. No hay extranjero, que presuma un poco de escritor y que venga á España por cualquier motivo, que no vaya luego escribiendo y publicando mil horrores. Hasta la parte poética, aunque grotesca, que antes habia en las impresiones, va desapareciendo ya.

El viajero actual se halla burlado en sus esperanzas. Lo novelesco, el color local, las singularidades que buscaba, van ya faltando, y esto le enfurece. En efecto, ya apenas hay manolas y majos; tenemos ferro—carriles y algunas fondas; hay más chimeneas en las casas; en cuatro ó cinco ciudades ha llegado á hacerse y á venderse manteca de vacas fresca; y casi no hay bandoleros, al menos no los hay tan famosos como José María, los niños de Ecija, el Chato de Benameji y el Cojo de Encinas Reales. El extranjero que ve esto, se considera attrapé y volé, y exhala su indignacion en mil invectivas.

Para ellas hay, sin duda, algun fundamento en cierta fatalidad, en cierta condicion inevitable, con la que tenemos que contar en nuestro trabajoso renacimiento: en la condicion y fatalidad del remedo. Imposible sería, por ejemplo, que nuestra sociedad elegante volviese á los usos, costumbres, habla, atildamento y discreteos de los tiempos de Calderon; tiene, pues, que ser algo semejante á la buena sociedad de Francia ó de cualquiera otro pueblo culto. No nos hemos de vestir, ni alojar, ni hemos de inventar muebles y utensilios originales y extraños, como los chinos ó japoneses; y por lo tanto todo esto tiene que ser, entre nosotros, ó venido de Francia, ó un remedo generalmente torpe de lo que por allá se fabrica. Por último, aunque en España hubiera hoy un gran movimiento literario, científico y filosófico, nuestros literatos, sábios y filósofos no podrian hacer caso omiso, como Guizot quiere que se haga de España en la historia de la civilizacion, de cuanto se ha inventado, pensado é imaginado en tierras extrañas, desde que en nuestra propia tierra, el fanatismo religioso y el despotismo teocrático acabaron por ahogar ó amortecer el pensamiento. De todo esto nacen las quejas y las lástimas porque vamos perdiendo ó hemos perdido nuestro carácter original y propio; porque somos un trasunto pálido y como un bosquejo de otras civilizaciones más adelantadas; y porque ya no hay aquí casi nada verdaderamente español y castizo.bstuvat ad al up ofPara dar una muestra de este modo de pensar de los extranjeros, baste citar un artículo que, en elogio de las obras de Fernan Caballero, publicó no há mucho tiempo la famosa y autorizada Re-