ciencias y artes; pero estamos peor que nunca, porque nuestra importancia se debe evaluar por comparacion, y evaluándola de esta suerte, tanto se han acrecentado el poderío, la riqueza y el bienestar de Francia, Inglaterra, Rusia, Alemania y otros Estados, que comparándonos quedamos muy inferiores.
No me incumbe buscar aquí la razon de esta inferioridad, de este atraso, ni mucho ménos los medios de remediarle. El único fin de este artículo, es hablar del concepto que, en vista de este atraso y de esta inferioridad, forman de nosotros los extranjeros y aun nosotros mismos formamos. Pero aunque el parecer dista mucho del ser, todavía contribuye la apariencia á que llegue lo que es á igualarla: esto es, que la opinion, el crédito, la fama buena ó mala de cualquiera entidad ó cosa, contribuye á la larga á modificar dicha cosa ó dicha entidad. En un individuo, por ejemplo, se nota que si tiene buena reputacion se alienta y anima, y llega á persuadirse de que es merecida; y ya por esto, ya por temor de perderla, obra en consonancia de su buena reputacion; y por el contrario, cuando la tiene mala se amilana y descorazona, y se da á entender que es justa, y considerando que poco ó nada tiene que perder, se abate y humilla en vez de levantar el ánimo á ningun propósito noble. Peor es aun, cuando la mala reputacion, por apocamiento de espíritu, la tiene alguien de sí propio; porque todo el que se tuvo en poco fué siempre para poco, y no se dió jamás sujeto que obrase obras excelentes, que no tuviese en su alma un excelente concepto de su valer y plena conciencia de su mérito. La cual buena estimacion que tiene un hombre de sí, no es la vanidad ridícula, sino el orgullo razonable y decoroso: porque la vanidad se impone ó trata de imponerse y de engañar, y rara vez logra engañar á nadie, ni siquiera al personaje que la abriga, el cual por necio que sea no puede ahogar, ni con la vanidad ni con la necedad, una voz secreta é instintiva que le atormenta de continuo, advirtiéndole lo poco ó nada que vale.
Todo lo que acabo de decir, refiriéndome á un individuo, puede aplicarse también á las naciones, por donde el concepto que ellas forman de sí y el que de ellas forman los extraños importan á su valer real, á su acrecentamiento ó á su caida. Mas hay que advertir en esto que la opinion de los extraños, cuando es mala, no apoca el ánimo de un pueblo, si el pueblo es generoso, sino que le estimula á rehacerse y levantarse de nuevo; y más aun le sirve