vascongados, se lee poco, ó bien porque el Sr. Trueba escribe en un idioma que no entienden muy bien sus compatriotas de las Provincias, es lo cierto que sus obras no pueden ser allí realmente populares. Resulta de esto que, á pesar del innegable talento del autor y de su amor á la patria y de su vivo y profundo sentimiento, como no hay verdadera comunión, trato é inteligencia entre él y el pueblo, su sencillez suele pecar de artificiosa y sus melifluas suavidades suelen caer en el amaneramiento y la sensiblería. El Sr. Trueba abusa de algunos recursos con sobrada frecuencia. Apenas hay composición en El libro de las Montañas en que no tengamos repiquetes de campanas, y en que los animalitos y las cosas inanimadas, en las voces, gritos, sonidos y ruidos que producen, no sean interpretados por el Sr. Trueba, poniéndonos en castellano lo que él supone que pretenden decir. Repetidas á menudo estas interpretaciones, estas traducciones de la lengua de los pájaros, de los gatos y de los perros acaban por perder todo su chiste y todo su candor campesino.
A pesar de estas faltas, nadie negará que el Sr. Trueba es un verdadero poeta, y que nada tiene de infundado el legítimo orgullo que de serlo manifiesta en su último libro, cuya lectura apacible recomendamos á nuestros lectores.
El libro de las Montañas encierra cierto perfume agreste que encanta, y no dejan de tener mucha ternura algunos de sus versos. En otros se desliza demasiado el autor por la corriente de la sencillez, y viene á hundirse en el prosaísmo. Entonces, si conociese mejor los recursos y la riqueza de nuestro idioma, nos recordaría El Observatorio rústico de D. Gregorio de Salas, que bien puede pasar por un texto de lengua, por tesoro y modelo del buen decir, dados la prosa, el realismo y la candidez del poeta.
Histoire romaine par Theodore Mommesen, traduite par C. A. Alexandre, Conseiller à la Cour imperial de Paris. Tome VI. Paris, 1868. Librairie de A. Franck. En este volumen termina el libro cuarto de la historia romana, que con exactitud señala Mommesen con el epígrafe de la Revolución, porque en él se narra la que tuvo lugar en la manera de ser de aquel gran pueblo, y en virtud de la cual, destruido el poder de su admirable aristocracia, se preparó el advenimiento de la Monarquía militar, dedicando el autor el libro quinto de su obra á referir la historia de su fundación. La primera parte de este libro se contiene ya en el tomo VI de la traducción, que es el que acaba de publicarse, diciéndose en una advertencia que á él viene adjunta que, para no dividir el relato de la guerra de las Galias, formará esta materia la primera parte del tomo VII que se publicará desde luego en un volumen suelto para satisfacer la curiosidad justa y natural de los lectores franceses. Dadas estas noticias, poco añadiremos respecto al mérito de una obra que de seguro conocen cuantos tienen afición á los estudios históricos, y en la que se presentan sobre todo las primeras épocas de Roma, tales como los últimos descubrimientos, y los adelantos de la crítica los hacen ver á las personas que no estén