Miré tu rostro, y de la inmensa altura
Bajé á mi corazón,
Y al verle encadenado á tu hermosura
Bendije mi prision.
La noche en su silencio y con su calma
Adormeció mi sér,
Y al mecerse tranquila, olvidó el alma
Su eterno padecer;
Una sola mirada de tus ojos
Del sueño me sacó,
Y una sonrisa de tus labios rojos
De amor me estremeció.
La quietud con su mágico misterio
Me hacia meditar;
Oí tu voz de irresistible imperio
Y prorumpí á llorar.
Léjos de las miserias de la vida,
De los astros en pos,
Mi mente, con delirio, iba perdida
Allí buscando un Dios.
Y cuando más ansioso le buscaba
Aparecer te ví,
Y la faz de aquel Dios que no encontraba
Ví reflejarse en tí.
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