anima la fábula por él creada y los sucesos verdaderos que refiere, sino que revela sus vastos y bien meditados conocimientos en la historia patria y el cariñoso afán con que la ha estudiado el Sr. Cánovas. De este su constante amor á los recuerdos de otros tiempos y otros hombres nos habla el mismo en el prólogo que antes citamos; desmintiendo así á los que torpemente suponen que cuantos somos adversarios del absolutismo político (traido por cierto á España por gentes extranjeras) estamos reñidos con las memorias siempre queridas y muchas veces gloriosas de nuestros abuelos.
Reflejo las poesías de las varias impresiones que han conmovido en diversos dias el alma del autor, vienen á ser fiel y acabada expresión de los afectos juveniles, ya del noble entusiasmo que le inspiran las grandes ideas y los grandes infortunios, ya (como en las delicadísimas que tienen por título Las flores del halcón y Ayes) son el eco de una ternura y un dolor tan apasionados como legítimos. Todas están llenas de bellas imágenes que descubren el origen meridional del poeta; pero con tal acierto usadas que bien se deja ver que su fantasía está regida por el buen gusto; el estilo por que están escritos es siempre fácil, adecuado y galano, y respira, por decirlo así, el eficaz amor del Sr, Cánovas á los estudios clásicos.
Si al ilustrar con su palabra los debates de nuestro Parlamento, si con sus escritos de política y su proceder como estadista ha probado el Sr. Cánovas que por su propio mérito ha conseguido justamente en más de una ocasión la honra de gobernar á sus conciudadanos, con su nuevo libro ha venido á probar que los títulos académicos que hoy adornan su nombre los debe también á su valor y merecimientos literarios.
¡¡Sin nombre!! por Velisla. Madrid, 1868. Lleva este epígrafe un tomo de cerca de 400 páginas, regularmente impreso, que contiene una rica colección de artículos de costumbres, viajes y crítica literaria, debidos á la pluma de un sujeto, que si bien oculta su nombre bajo el velo trasparente del anagrama, es fácilmente reconocido por un personaje político importante, honra de la tribuna y del foro, consecuente en sus principios, y generalmente estimado por su ingenio, saber y carácter.
El libro no desdice de la persona que le ha escrito, antes le dá un título más al aprecio que con trabajos más graves ha sabido adquirirse. Es además muy digno de notarse y aplaudirse este libro, porque combate con el ejemplo una preocupación lastimosa que se va haciendo muy general en España; la preocupación de la gravedad, formalidad, tiesura y entono que aqueja á los hombres serios. Velisla prueba que el hombre serio español, así como el hombre serio de otro cualquier país, puede ser regocijado, alegre, chistoso y hasta ligero ante y con el público; que no ha menester de una pesadez plomiza para conservar su autoridad; y que la sátira urbana, el estilo festivo y las burlas graciosas, le sientan y no le desdoran. Con esto solo hace ya Velisla un gran servicio á esta nación, donde la manía de la seriedad va llegando á tal extremo, que solo por ser serios han venido á ocupar los puestos más elevados no pocos necios de solemnidad, y donde la risa, tan provocada y excitada de continuo por ellos, y tan difícil de contener por lo tanto, va siendo un delito penado con inhabilitación para ejercer todo cargo público.