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EL CANTO DEL CISNE,

EPISODIO PRIMERO DE LAS MEMORIAS DE UN CORONEL RETIRADO.


I.

UNA GUARDIA DE PREVENCION CASI DRAMÁTICA.
(Del 5 al 6 de Junio de 1830.)

¡Qué dia! ¡Qué calor!--El termómetro de Reaumur á más de 30 grados! Ni un soplo de viento siquiera. Y yo con este maldito corbatin de terciopelo, hasta las orejas; el uniforme de paño, abrochado herméticamente; sobre el pecho un almohadon, para abultarlo como el de un palomo cebado; y encima la cartuchera; y el sable colgado de la cintura..... ¡Qué dia! ¡Qué dia!

¡Pero, á bien que la noche es aun más sofocante, si cabe! ¡... Y estar viendo esąs tres magníficas fuentes: el Neptunò, el Apolo, y la Cibeles, monumentales adornos del Prado de Madrid, á los cuales la Majestad del Sr. D. Carlos III, de feliz memoria, se olvidó, solamente, de proveer del agua necesaria, para que no fuesen, como lo son, sus pocas veces corrientes y siempre exiguos chorros, una especie de provocativo sarcasmo á la árida sequedad del clima de esta Villa y Córte.

Me abraso, pues, y no me atrevo á desabrocharme siquiera un boton, porque estoy de guardia en el cuartel, tan próximo al Prado que no tengo momento seguro. El Brigadier se estará, sin duda, paseando como tiene de costumbre, en batalla de sombrero, retorciéndose el cano bigote, mirando tan de través y provocativamente á los lechuguinos, como cara á cara á las buenas mozas, y marchando á la prusiana al compás de las dobles rosetas de sus espolines, mal que les pese á sus cincuenta del pico, á los tres balazos y cuatro cuchilladas, que le recuerdan su gloriosa participacion en