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Carta sobre los hechizos que el Conde de Olivares

la del escribano, dejándose llevar de su natural condicion, refiriesen todo á sus maridos, ello es que el Juan de Acevedo fué con el soplo al alcalde Cárdenas, y este, despues de tomar algunas declaraciones, mandó que con todo misterio llevasen á Leonor á casa del escribano. En ella entró con todo recato Cárdenas, y á ella trajeron con color de otra cosa á Leonor, que tan pronto como vió al alcalde, empezó á gritar diciendo: «Yo no he hecho los hechi»zos; María Alvarez los hizo; ¿qué culpa tengo yó?» Y mandándola callar, volvió á decir: «María Alvarez, que hizo parir á la »mujer del Almirante, y sabe hacer estas cosas.....» La escena, con las voces de Leonor, estaba á punto de hacerse ruidosa, y el alcalde Cárdenas, para cortarla, tuvo que cojer de ella y llevarla á la casa del alguacil Ximeno, yéndose luego á dar cuenta de todo á su Presidente D. Francisco de Contreras.

Muchos meses pasaron sin que este, receloso y confuso, resolviera nada: Cárdenas porfió con él, pero sin éxito; y su porfia y su informe solo le valieron más adelante que le quitasen su plaza y muriese sin ella en el año de 1640, haciendo revelaciones en su testamento y encargando á su hijo que las enviara al Rey. Este jamás las vió; quedóse con ellas el Conde—Duque. Lo que sí se vió y supo fué que mediaron grandes influencias en favor de la hechichera, é intervinieron frailes para libertarla. Habló primero el maestro fray Pablo Gamiz, carmelita calzado, que luego se asustó y huyó el cuerpo; y habló principalmente fray Francisco de Jesus, por quien preguntó repetidas veces y con ruegos la presa. Entre este fraile y el alcalde Cárdenas mediaron razones que no dejan duda sobre aquel caso estupendo. Fray Francisco dijo: «que el »Conde de Olivares no conocia dicha mujer, y él solo la favore»cia por parentesco que tenia con un criado suyo, habiéndola saca»do una ayuda de costa de 4 á 5.000 reales;» pero añadió: «que »era digno de alabarse el secreto que habia guardado Cárdenas, y »que si lo hubiera sabido el Conde, le tendria muy gran reconoci»»miento. » Contestóle Cárdenas: «Ya, padre, de aquí adelante no »es posible guardar secreto, porque estos dias han ido á matar á »los testigos, esperándolos á las puertas de sus casas, de que mi»lagrosamente se han librado.» Cárdenas confesó tambien que con motivo de aquel negocio habia pasado grandes trabajos en su persona y casa. Más aun: habiendo caido malo de un flujo de sangre, fué á verle el licenciado D. Rodrigo Jurado, abogado de los Con-