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Carta sobre los hechizos que el Conde de Olivares

te, los tercios hasta entonces invencibles de la infantería española. Perdiéronse tambien más de 200 navíos en el mar Océano y el Mediterráneo, quedando de esta suerte aniquilada nuestra Armada para no volver á levantarse hasta Fernando VI. Concluyó por último de perderse con el Conde de Olivares lo que nunca habia estado muy medrado, la Hacienda y la riqueza de la Monarquía, pues él halló arbitrios hasta allí nunca usados, con los que sacó ciento diez y seis millones de oro, que en gran parte fueron á alimentar la codicia de sus vireyes, gobernadores, generales y ministros, y la suya propia: con que bien merecia aquel privado el triste fin del otro, en quien mandó hacer justicia D. Juan II.

Apenas se concibe que en medio de tantas desdichas, si este nombre merecen, pudiera subsistir la privanza del Conde, siempre en aumento por espacio de 22 años; y no es de admirar, que el vulgo supersticioso en todas partes y más en España, y aficionado á explicar las cosas que no entiende por medios sobrenaturales, diese en decir desde el principio de su privanza, que D. Gaspar tenia hechizado al Rey. Contribuyó á dar pábulo á la maledicencia, el que siendo mozo en Sevilla tuvo el D. Gaspar mucha comunicacion con hechiceros, por abundar más allí que en parte alguna á pesar de haberse purificado aquella atmósfera desde Enero de 1481, en que se levantó el primer quemadero español, adornado de las estátuas de cuatro profetas. Más tarde en Salamanca, y este fué otro indicio contra el D. Gaspar, cuando en el año 1601 le envió su padre á estudiar, conversando un dia con el P. maestro Fray Pedro de Guzman, mercenario calzado é hijo del marqués de Baydes le dijo: «Primo, yo sé que tengo que gobernar el mundo. » Más tarde y siendo ya ministro, parece que se dió á leer el Alcoran, y por ello fué varias veces delatado al Santo Oficio, interviniendo en este negocio el propio cardenal Monti, nuncio apostólico, contándose á este propósito haber dicho en una ocasion á una señora: «Vuestra merced sepa que las almas son de Dios y los cuerpos del »Rey, y esta es doctrina del Alcoran. » Más tarde (¡qué horror!), comunicó tambien con judíos, é hizo venir de Salonique á un gran hechicero y á otros de la misma secta proponiendo que se les concediese una sinagoga, á pesar de la repugnancia de los Consejos, de los Inquisidores y de los teólogos, consultados al efecto. Como si no bastaran todas estas abominaciones, introdujo por médico de cámara de la Reina á D. Andrés de Leon, otro mágico, que malefició,