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ATROZ SUPLICIO 35

to salvajismo, pero la varonil esposa del malogrado Matos yo se mostró indigna de él, ni aún después de haber apurado hasta las heves el cáliz de la ade versidad y de Ja humillación más degradante.

Así, pues, llena de valor y entereza, alzó los ojos havia su moribundo compañero, hablándole en estos términ





poso «querido y bien amado: tá me enseñaste á vivir, tú me enseñaste á sufrir, y ahora me ense- as á morir, Sube al cielo mártir de la patria, que yo no tardaré en seguirte.

Aun respirando aquél le separaron á hachaz cabeza dul troneo. la ensartaron en una pica á vis- ta de su desconsolada viwdi y la llevaron en pro- resión por las culles de Potosi hasta la casa del ajusticiado, á cuya puerta la fijaron.

Sirva esto de escarmiento á tí y ú los que pien- san como (í!'—le dijeron Á tiempo que la metían á empellones ea su casa, apostrofándola,

Afortunadumente pronto vino la muerte á diber- tarla de su dolor y de los insultos de aquellas fieras bumanas que se engañaban miserablemente al figu- rarse que merlidas de esta naturaleza intimidarian 4 las americanas!