TR PAGINAS INMORTALES
santas y generosas, se han perdido en la lóbrega nuche de los tiempos! Una que otra apenas se re- cuerda, trasmitida de padres á hijos como legado glorioso de una época que ya pasó, pero que vivirá por siempre en el corazón y en la mente de los ar- gentinos,
Evoquemos, entre tanto, en estas pobres páginas, los nombres al menos de esas madres sublimes y abnegadas que recuerda la tradición.
El primero que acude á los cantos de la pluma es el de la Señora Tiburcia Haedo de Paz, dama perteneciente á la mejor aristocracia cordobesa, hen en 1810 presentó eon varonil entereza sus dos hijos, José María y Julián, al servicio de la Patria, cuando á ésta le era más necesario el esfuerzo co- mún para sostener la sagrada causa americana. Ya
sabemos cómo el primero de ellos llegó á ser el pri- mer táctico de Sud América: General Don José María Paz.
Doña Margarita Arias de Correa, es otra matro- na cue so distinguió en el mismo sentido que la an- terior, Retiró sus dos hijos del colegio y los pre- sentó al gobierno en calidad de soldados. Durante la sublevación del General Quiroga fueron víctimas de la guerra civil.
Doña Francisca Silveira de Ibarrola, es digua también de recordación. Viuda ya en 1810 y tenivn- do el mayor de sus hijos en el ejército, se presentó á ofrecer “el único que le quedaba, para el servicio de la Junta*. Desde ese momento tomó las armas. y fué el después Coronel Amadeo Ibarrola.
Acción igual cometió la esposa de Don Juan Sil- verio Arriola, ofreciendo “*á su hijo José Nicolás (después Coronel de la Nación), para el servicio