Y PAGINAS INMORTALES
Loca de dolor, arrasados en lágrimas los ojos, se arroja de un salto sobre el enerpo inanimado de su infeliz marido y después de imprimir sobre su fren- te pálida un beso prolongado y cariñoso como pos- trer ofrenda de su ternura, le arranca el fusil de eotre las yertas manos, aun cargado, y clamando á gritos ¡venganza! lo dispara sobre el matador, que cae como fulminado por la certera bala de la Tucu- mantsa,
Un alarido de irinnfo resuena entonces como so- noro clarín por sohre todo aquel tumulto ensordese- dor: la esforzada mujer ya se ha vengado! Pero no vstá satisfecha aún: le falta añadir un nuevo mé- rito á las gracias de su sexo. lebricitante, ciega de dolor, pero econ temerario arrojo que el éxito de su acción agiganta, se precipita sobre el rifle caído de as manos del inglés que acaba de matar, y alzán- «dolo, corre al Fuerte á presentárselo á Liniers co- mo trofey de guerra.
El General vencedor, al considerar tanta heroi- cidad en una débil mujer, la recompensa con el gra- «do de Alférez y goce de sueldo, recomendándola 1ue- go en cl parte á la Metrópoli, con estas lacónicas pa- labras :
““Xo debe omitirse el nombre de la mujer de un Cabo de Asamblea, llamada Manuela la Tucuma- arse, (por la tierra de su nacimiento) que romba- tiendo ul lado de su marido con sublime entereza mató un soldado inglés del que me presentó un fu- sil'*; —agregando: “pero este acto de heroismo pu- do haber tenido principio en los ejemplos de prime- ra excepción com que mi Señora Doña Josefa Mora- les, Gobornadora de Montevideo, y Doña Francisca