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ió PAGINAS INMORTALES

empleos en el país y estaba á la sazón muy enfermo.

Los desvelos de esta buena y excelente hija, asf en la navegación como en el destierro, fueron in- cosantos pare alivinr los padecimientos dle aquel in- feliz, que se habían acrecentado de resultas de una caída que le obligó á hacer cama por espacio de seis meses. Cuando ella supo la derrota de los pa- triotas ed Rabcagna (3 de Octubre de 1814) fué acometida de una enfermedad de nervios que la atormentó hasta sus últimos días; más á pesar de esto, insensible á sus propios males, solo se acor- daba de su amado padre.

Con una solicitud infatigable, con sus propias manos labró también la tierra para sustentarle, y se despojó de su ropa para preservarle de la in- temperie. En ranchos de paja, destechados, ex- puestos á las lluvias que allí caen lo más del año, á los récios lemporales que ahí soplan de continto, mal provistos de ropa, sujetos á una escasa ración de frijoles y ceharqui, pasaron aquellos desventa- Yados más de dos años con la mayor constancia, «onsolándose y ayudándose mútuamente; y la jo- ven Rosales animaba á todos con su ejemplo, sien- do el consuelo de todos los moradores de aquel tris- te clesierto.

A los «os años se incendió parte de la población de Juan Fernández y con ella el rancho que ocu- paba Rosales y su virtuosa hija y lo poco «que te- nían adentro para su abrigo. Reducidos 4 dormir 4 cielo vaso, renovó aquel anciano los ruegos que re- petidas veces había hecho á su ameda Rosario para que regresase á Santiago,

—No, mi padre, —contestó,—la suerte de Vd. de-