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106 PÁGINAS INMORTALES

na, que todo fo sacrificaré gustosa en uras de la Pa- tria!

Tranquilizada algún tanto por el General, —que algo enfermo había penetrado á descansar en un rancho Á la entrada de esa hacienda, —prosiguió Doña Paula:

- «Antes mandé el resto de mi ganado en auxilio del ejército; ahora trnigo cincuenta de mis inqui- linos, patriotas á toda prueba, para que los incor- pore Vel, á sus filas, También le presento aquí mis dos hijos con igual objeto,

Y dirigiéndose á ellos, los arrengó en tono firme y vavoni] con estas palabras:

—Hijos mios! Sabed que si no cumplís con vues- tro deber, dejaréis de llamarme madre. Acordáos de «me la muerte es preferible 4 la ominosa esclavitud (ue Dos quieren deparar los enemigos. Yo os daré el ejemplo, Seguidme y veréis cómo arrostraré los pe- ligros hasta el último extremo antes que doblar la cerviz á los extraños.

Luego, dijo á San Martín, que la escuchaba co- mo atónitu por tanta intrepidez y abnegación:

—RBuen áaimo, mi General; el revés que Vd. ha sufrido hará ver que somos dignos de ser libres; pronto acreditaremos á los invasores que nierecemos tener una Patria.

Y el grupo de servidores fieles que la acompaña- ban, como también caballos, alimentos, refrescos, to- do lo aceptó el Libertador, así como las casas de la hacienda «que bien pronto se convirtieron en Cuar- tel general, almacén de víveres, hospital para he- ridos y punto de reunión desde donde los grupos dispersos eran remitidos al campamento general.