nía á su paso, para fundar sobre aquellas ruinas, una civilización más poderosa, más irresistible, más deslumbradora !
En seguida, tres siglos enteros de época colonial régimen español, inglés, holandés, portugués y francés — todos rivalizando entre sí en la práctica de la más atroz, de la más bárbara, de la más impolítica de las políticas : el sacrificio continuado de las colonias en aras del mal entendido egoísmo de la metrópoli. Tres siglos gimió la América bajo ese yugo tremendo, hasta que al fin principiaron sus diversas razas á sacudir las cadenas, que cayeron destrozadas en medio del estrépito y del fracaso de guerras espantosas y de luchas titánicas.
Una década después, las razas americanas libres de aquellos grillos que hacían imposibles sus adelantos, se constituyen y forman sociedades que se desarrollan y progresan con increíble rapidez. Pero tres siglos de esclavitud no desaparecen en diez años de combates, — y fuera tal el esfuerzo de los oprimidos, tal el desorden que aquella contienda homérica produjera, que varias décadas después aún se conmueven con lastimosa frecuencia las jóvenes repúblicas: los fuegos del volcán que fuera necesario encender para su independencia, hacen erupciones cada vez más débiles, cada vez más raras, que van desapare-