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CONGRESO LATINO-AMERICANO

La historia de la humanidad nos señala en casi todas sus épocas, páginas misteriosas de sus grandes pensadores, alusiones sibilíticas á otros mundos, pasajes, en fin, que dan á sospechar esa influencia aún hoy no conocida. Colón, ese genio admirable, ese espíritu sublime que descubriera la América, ignoraba que acababa de descubrir un mundo ya descubierto; y que siglos atrás la raza escandinava mantenía relaciones y colonias con la parte del nuevo continente, relaciones y colonias interesantes, curiosas, pero en- vueltas también en nebulosas leyendas y cuya historia aún hoy día no está restablecida.

Después de Colón, la raza española, soberana á la sazón del Universo, se precipitó sobre la América; y los aventureros, los buscadores de oro, los soldados y los frailes, se mezclaron en confusa turbulencia con

los indios y sus ídolos, con las razas indómitas cuyas conquistas le costara raudales de sangre, ó con las tribus débiles que se sometieron mansamente á su tiránico yugo. Y poco después, sacrificados los indios, los ávidos conquistadores principiaron á disputarse entre sí el oro y las riquezas de un mundo que no les pertenecía. Y después de la raza española, las otras razas de la Europa á su vez se desbordaron sobre la tierra virgen, y rivalizaron todas en crueldad y avidez, destruyendo y arrasando todo cuanto se opo-

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