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EL PRIMER "SALÓN" ARGENTINO

Jamás será sufícientemeate enérgica la condenación de un proceder semejante: si el discípulo tiene amor al arte, enséñele el maestro á estudiar la técnica y á encaminar sus tendencias ; si no tiene tal amor, hágale el servicio de no fomentarlo en una vía estéril y en la cual lo engaña miserablemente. Se dirá que el profesor está sometido á la dura lex, sed lex de la necesidad, y que no puede escoger sus discípulos ni reaccionar contra la corriente que exige producir de golpe algo, aún cuando tenga que hacerlo todo él. Tal sucede, por ejemplo, con esos maestros de piano que tienen discípulos que exigen se les enseñe piezas más ó menos fáciles, sin conocer la música y sin haber ejercitado escalas.

Así se fomentan las mediocridades que ya pululan demasiado.

Pero si hemos sido enérgicos en estigmatizar esa plaga de "aficionados", saquémonos el sombrero ante los artistas dilettantes, es decir, ante aquellos que no hacen profesión ni medio de vivir del arte, sino que, poseidos de amoroso culto por él, lo cultivan con fervor, con pasión; trabajan, viven y se ensimisman en su estudio, y brilla en sus obras ese sello característico que, aún á los trabajos más defectuosos, imprime la sinceridad y la pasión.

Esos artistas dilettantes han tenido que hacer el

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