mos á los profesionales y á los dilettantes, pero no á los pseudo-aficionados. Porque estos tales aficionados se ocupan del pastiche del arte, lo profanan, lo vilipendian, haciéndolo servir como uno.de los tantos adornos de cultura social, y ocupándose de él de paso, en el lugar secundario y en la proporción estrictamente necesaria para contribuir con ese barniz al brillo de una educación más ó menos de oropel, dándole un carácter falso, sin base, verdadero sacrilegio artístico.
Esos tales aficionados, sin amor por el arte, sin criterio para apreciarlo, que se contentan con lo superficial y que aspiran á ser coloristas sin haber sido dibujantes, constituyen la peor plaga, la más perniciosa, porque falsea el gusto, lo corrompe y dá la más triste idea de esa misma cultura que pretende realzar.
En esa falange de aficionados se vé á la legua que el maestro hace las cuatro quintas partes del cuadro, porque cuando diversos discípulos mandan telas con composiciones análogas, con los mismos defectos, el mismo colorido, la misma estereotipia, sube á las mejillas el rubor ante tal sacrilegio de arte, y no se explica cómo haya falsos sacerdotes que desnaturalicen de tal modo su culto y que se presten á una farsa tan triste como ingénua.