Es ésta la diosa que preside tiránica la vida de países semejantes: absorbe toda la actividad de nativos y extraños, los aguijonea, los fascina, los precipita en esa carrera locamente desesperada tras el bíblico becerro, y no les permite instante de reposo para pensar en otras cosas, ni da cabida á necesidades de otro orden, cuya satisfacción no sea la incesante acumulación de la riqueza material. Mientras haya tierra inculta que aprovechar y siga inundando esta región virgen el torrente de gentes y capitales que arroja del Viejo Mundo la superabundancia de las cosas, ese fenómeno seguirá constante, sin que haya dique alguno bastante poderoso para contener aquél y sin que convenga tampoco que se modifique tal corriente. Para que llegue un momento de reposo, es necesario que la ley fatal se cumpla, que se pueblen primero los territorios desiertos, que se normalice la actividad desordenada que caracteriza ese primer período, y recién entonces se dibujen las clases sociales, se especialicen las tendencias y pueda pensarse en otro orden de necesidades.
Tal ha pasado en todos los países nuevos : tal acontece hoy en la Argentina.
Nuestro país, afortunadamente, no ha perdido su tiempo. Medio siglo de sangrientas discordias civiles le ha permitido realizar su revolución social, formar