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LA ÓPERA ITALIANA EN BUENOS AIRES 369

prender — las palabras del canto : lo que se desea es retener el aire, la tonada. Los cantores, en efecto, ejecutan únicamente variaciones de la voz; no se proponen encarnar pasiones más ó menos dramá- ticas.

Afortunadamente esa música ha pasado al dominio de los organillos, y á fuerza de vulgarizarse, ha caído algo en descrédito. Hoy día, los mejores trozos — como el famoso miserere del Trovador — se han hecho tan comunes, que nadie quiere recordarlos.

Esta evolución en nuestros gustos musicales se ha acentuado extraordinariamente desde que hemos podido apreciar la música meyerbeeriana, y entusias- marnos por Roberto el Diablo, Hugonotes, Profeta y Africana. Hoy se escucha con fastidio ó, por lo menos, con indiferencia las antiguas óperas de los maestros que en otra época hicieron las delicias de nuestros padres. Esta evolución lógica no parece haber sido aún del todo comprendida por el empre- sario señor Ferrari, á juzgar por la persistencia con que vuelve á poner en escena óperas como Ernani y Travtata, que hicieron ya su época. Estas y otras óperas semejantes — debe convencerse de ello — eran buenas para aquel tiempo en que, como dice un crítico distinguido, "las exigencias del público esta- ban complacidas con ver á una artista lucir sus

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