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LA ÓPERA ITAUANA EN BUENOS AIRES 3>7

falta, de antepalcos es, sin duda, una incomodidad reconocida ; la estrechez de la platea un inconve- niente deplorable ; y las dimensiones del teatro , la causa de que la impresión que las óperas producen sea diversa según sea el asiento que se tiene.

La música sólo se goza íntimamente cuando se está en el medio del teatro ; esto es, se goza con verda- dera emoción. Cuando uno se encuentra en el ex- tremo opuesto, se oye bien, no se pierden las notas, pero no es la misma emoción la que se experimenta : parece que nos encontrara fríos y quizá difíciles. Los verdaderos aficionados porteños, que asisten á las audiciones de la sociedad del Cuarteto, habrán segu- ramente podido notar la diferencia considerable que existe, entre el mismo trozo ejecutado en la sala de aquella sociedad y el tocado en el teatro Colón.

Los cantores mismos se ven obligados á esforzar su voz para hacerla llegar á todos los ámbitos del teatro, y el público acostumbrado á oír bien sólo lo que se exagera, aplaude con furor cuando se fuerza la voz, aunque se llegue al grito, y permanece indi- ferente cuando se canta con la voz natural. De ahí que Gayarre, cuando recién llegó, se quejara amar- gamente de que el público no lo aplaudía lo bastante: — cantaba, pero no gritaba, y la mitad de la concu- rrencia no podía, por lo tanto, apreciar su voz. Por