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APARIENCIAS



Cabría aquí, sin duda, hacer al autor una peque- ña, aunque sincera observación. Respira su libro por todos los poros tal prurito de imitación naturalista, á la manera de Zola, que está tentado el lector por tomar á lo serio la teoría de aquella escuela, y buscar en esta novela la parte documentaria. Salta á la vista lo retórico del desenlace, y confirma así que estamos en presencia de un caso de Academia, pero no de un drama real y verdadero. Para disecar la vida, es necesario por lo menos haber vivido, y aun cuando no escudaran al autor sus pocos años para demos- trar que está aún en el prólogo de la vida, la feliz existencia diplomática que lleva, invirtiendo sus ocios en cultivar su ideal literario y la amistad de los que forman el mundo de las letras, no le ha dado aún ocasión para experimentar in anima vili esos dramas crueles que marchitan el corazón y hastían el alma. Feliz mil veces por ello; pero si le llega el día cruel, y si en alguno de sus libros posteriores nos convida al terrible festín del poeta, y nos sirve en él su corazón, como lo observamos un instante hace, se convencerá entonces de que Apariencias es un libro pálido y enfermizo, porque es artificial. Entonces brotarán espontáneas y vibrantes esas notas profundamente conmovedoras que arranca del alma la amarga experiencia de la vida; notas terribles