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APARIENCIAS



sigue demostrando el mismo cariño filial de antes á su padre adoptivo, víctima segura que él veía inte- riormente acercarse al precipicio y que, á pesar de una que otra veleidad, no trepidaba en empujar sua- vemente para que cayera al abismo!

La mujer adúltera es uno de los caracteres más poco simpáticos del libro: también es otra cerebral: también analiza y vuelve á analizar su pasión naciente y sus progresos, y al mismo tiempo que acaricia á su marido legítimo, pesa la consecuencias de su falta próxima, que está dispuesta á cometer y para lo cual aguarda sólo el momento oportuno.

Tiene un marido que la adora, una digna madre que la mima; hasta un confesor para aconsejarla; tiene la singular lucidez de comprender con la anti- cipación de medio año que va á ser adúltera con el hijo adoptivo de su marido... y, sin embargo, conti- núa analizando y analizando siempre, hasta que llega el instante fatal —y, sin una palabra, sin un gesto, como la cosa más natural del mundo, pasa de los brazos del padre á los del hijo, de los de su marido á los del amante!

No! El espíritu se subleva ante semejante caso. No es posible que una persecusión que permite tal lujo de reflexión y análisis, pueda excusar una acción tan re- pugnante á la naturaleza. Hay un rebuscamiento